domingo, 12 de noviembre de 2006

De marcha por la Sierra de Huelva (12nov06)


Hacía tiempo que no practicaba el senderismo. Al haberme convertido en un deportista competitivo, pues si no hay alguien midiendo el tiempo y los puestos... como que no me llama la atención. Pero esta Marcha de Resistencia por la Sierra de Huelva es como una mezcla de senderismo y deporte competitivo. Es verdad que no se miden tiempos ni puestos, pero esto es lo más parecido a una competición en el mundo del senderismo, y es que la marcha no la organizaba la Asociación de Domingueros de Huelva, sino el Grupo de Montaña de Huelva Noveno Grado y la Federación Andaluza de Montañismo. Para esta gente, andar por la Sierra de Huelva es coser y cantar comparao con la nieve de la alta montaña.

Con el típico frío serrano, a las 4,30 de la madrugá y nuestras luces frontales en las cabezas comenzamos el recorrido desde Aracena. No habíamos cubierto aún el primer kilómetro de los 57 que teníamos por delante cuando ya me tuve que quitar el forro polar que me había encasquetao en la salida. Y es que el ritmo inicial (y durante todo el recorrido) que nos impuso la organización nos subió la temperatura del cuerpo hasta casi la ebullición.

Era para ver la procesión de luces por la noche, ¡ si aquello parecía la Santa Compaña ¡, más de cien personas deambulando por esos bosques oscuros cual boca de lobo y por las calles solitarias de los pueblos que atravesamos. En la oscuridad debíamos tener cuidado con algunas zonas con charcos y arroyos que saltaban el camino, pero en líneas generales, aunque había caído las semanas anteriores agua a cascoporro, los caminos no estaban encharcados ni enfangados.

El primer pueblo al que llegamos fue Linares de la Sierra donde hicimos una pequeña parada de 5 minutos para reagrupar. Tras el pequeño descanso seguimos la marcha hasta el siguiente pueblo, Alájar, donde por sus calles oscuras, Claudio y yo descubrimos algunos habitantes de la noche que volvían a sus guaridas furtivamente. Bueno en realidad era una chavala que entraba en casa con cuidadito de no despertar a los padres después de una noche de pendoneo... pero dicho así le quita to el misterio.

Poco más de 3 horas después de nuestra salida, muy cerca de Castaño de Robledo, vimos las primeras luces del día. En el pueblo bebimos y reagrupamos, para volver a andar tras cinco minutillos. En algún lugar entre Castaño y Jabugo, nos dimos cuenta de lo cansinos que son estos marchadores. Ibamos juntos en ese momento Claudio, Angel y yo, y veíamos como en la cabeza de la marcha iban varios miembros de la organización, uno de ellos con su banderita abriendo camino, además de un remolino de gente alrededor luchando para mantenerse en cabeza y meter presión para ir más rápido aún, como diciendo “yo soy un marchador, no un senderista”. Tanto era así que el grupo se estaba cortando y se empezaba a formar un pelotón de cabeza y otro perseguidor donde íbamos nosotros contemplando el panorama y comprobando que gente cansina y agonía hay en todos lados. Esa estampa nos hacía recordar a los pelotones que se forman en bicicleta donde todo el personal que está fuerte quiere ir abriendo la carrera.

Más tarde, Mario que como miembro de la organización invitado, iba en esos instantes dentro del grupo de cabeza, nos contó como el personal se daba codazos dentro del pelotón sin poder usar si quiera los bastones de apoyo para caminar, porque no se podían apoyar en el suelo sin que le dieras a alguien o que alguien te pisara por detrás.

Llegamos por fin a Jabugo, donde se organizó el desayuno. Tomamos cafelito, dulces y un bocata durante unos 40 minutos. A la muy oportuna hora de salir, me entraron ganas de cagar. Claudio se quedó con mi mochila esperándome mientras se terminaba de poner una tirita en el pie. Cuando disparé ese tiro de mierda en forma de onda expansiva sin poder si quiera tirar de la cadena porque no había agua, dejándole el regalito al del bar, y salí de allí, me encontré a Claudio muy nervioso ¡ Illo tío venga yaaa, que sa ido to er mundo, y ahora q hacemos!. Efectivamente allí solo quedaban los miembros de la organización que van en coche preparando la infraestructura a la llegada del grupo a los pueblos o en los pasos de las carreteras. Salimos corriendo en la dirección en que había salido el grupo. Aquí no esperan a nadie. Por la calles íbamos preguntando a la gente... ¡Por allí, por allí!, yo le decía a Claudio, “Lo peor q nos puede pasar es q nos tengamos que montar en el coche hasta la siguiente parada”, y el Claudio que lleva sangre agonía: “¡Pero eso como va a ser! ¡ Cómo nos vamos a saltar un tramo!”. Yo lo veía ya imposible porque además no me acordaba del camino y esta gente corre q se las pelan. Pasamos junto al puesto de bomberos “Hacía allí, hacía allí”. Corrimos un poco más y efectivamente vimos al inicio del camino junto a la carretera al miembro de la organización que cerraba la marcha con su banderita y un Angel, nuestro Angel. ¡Uf, q alivio!

Llegando a Los Romeros íbamos los tres a un paso tranquilo que no tiene nada que ver con el ritmo que llevan delante, cuando al pasar junto a un vejete, éste se fijó en las gafas de sol de Angel. Le preguntó que si eran de mujer ¡¡juas juas!!, a lo que siguió espetándole en to la cara a Angel a modo de despedida ¡¡ Ahhh, tu eres cruzao ¡!. Y así empezamos la subida al Cerro San Cristóbal, escuchando de lejos la voz del viejo ¡¡ Tu eres cruzaooooo !!.

Angel al igual que Mario y Marga estaban invitados por el organizador, Mariano Marchena, antiguo compañero de ellos en el grupo Noveno Grado, pero a diferencia de Mario y Marga que hicieron funciones de organizador (con su chalequillo amarillo fosforito y todo, trabajando a las órdenes de los jefes, parándose en los cruces cuando era necesario o esperando al final de la marcha), el Angelito se enfundó su chandal encima del chalequillo amarillo fosforito de la organización y trabajó menos que los reyes mago, pasando inadvertido entre la muchachada cuando le convenía, el muy bribón.

En la marcha me encontré a un conocido mío con el que me topé un día corriendo por la laguna y otra vez me lo encontré en mi trabajo, hace algunos años ya. Esas fueron las dos únicas ocasiones que hablé con él, y ahora me lo encontraba de nuevo en esta romería. Después de la comida en Almonaster, una vez subido y bajado el Cerro San Cristóbal, hablamos largo y tendido, recordamos un poco de aquella primera vez que nos encontramos y nos preguntamos por las compañeras que llevábamos aquel día. Me contó su nuevo trabajo y cómo lo consiguió, con un poco de riesgo y suerte llegó a ser profesor de temas relacionados con la agricultura y el medio forestal. También estuvimos hablando de deporte y competición, y de cómo ultimamente la gente quería más y más en la practica del deporte. Ya la gente no se conforma con pasear en bici, hacer footing o nadar en plan tranquilo, ahora la gente quiere carreras, competición... sangre, sudor y lágrimas. Y con esta nueva forma de concebir el deporte, estaban considerando que iban a organizar pruebas de este tipo, marchas competitivas, osea, carreras por el campo en plan cochino el último. Mu propio de la calaña de gente que nos apuntamos a estas cosas.

Gracias a que Marga también se retiró de la ruta, ya no le hizo falta los bastones y me los dejó a partir de Almonaster. La verdad que la ayuda de los brazos para andar no viene mal, sobre todo en una ruta como esta. Aunque claro, ya habíamos tenido el Angel y yo la típica discusión ciclista en cuanto al desarrollo a utilizar, los platos y piñones, dureza de la suspensión... pero todo ello aplicado a la marcha.... osea... los 120 centímetros que dejamos de extensión en los bastones dio lugar a la típica disputa.. “Ande va con 120 cms....uy uy uy, tu está loco tío”... “Te va a dejá los brazos hecho porvo”... “Pa este terreno lo máximo...mmm... 100 cms. y mucho es...”... “Yo le tengo puesto a mis bastones una junta tórica y un rebote de yo no se cuantos psi...”... cosas típicas de ciclistas marchadores.

Claudio se retiró poco después de Almonaster, con dolor de rodilla, y Angel, que no necesitaba muchas más excusas, lo acompañó en su retirada solidariamente. Mario y yo fuimos los únicos agonías que quedaban en la ruta, andando algún tramo despacito en cola de la marcha con Mario en funciones de organización y algún otro tramo en cabeza.
En la última parte de la marcha los dolores en las piernas se sumaban a los que ya arrastrábamos de antes. Mi empeine derecho del pie, los glúteos y el isquiotibial izquierdo me daban avisos de vez en cuando. Mario no iba mejor que yo, además de otras molestias, llevaba un golpe en el deo del pie que le hacía la puñeta. Afrontamos la última subida hasta Aracena adelantando a gente a buen ritmo. Antes de que se hiciera de noche, a las 6 y media de la tarde hacíamos la entrada en el polideportivo de Aracena y aunque parezca mentira ya pensábamos en otro día de marcha.