domingo, 11 de febrero de 2007

Presagios funestos antes de una maratón


Teniendo ya un maratón en mi currículum y contando con esa experiencia, para este año mi intención era no hacerme el chulito, y no separarme del grupo que intentaba acabar la carrera en 3h30m.

Para los interesados en los entrenamientos, este año fue similar al del año anterior, la media de kilómetros semanales no llegó a 40, aunque en vez de 2 meses, fueron algo más de 3 meses dedicados sólo a correr, salvo 2 salidas con la bici y dos visitas a la piscina en todo ese tiempo.

En la media maratón de Ayamonte, el test principal y más inmediato a la gran prueba, este año tuve un resultado mejor que el anterior, ya que el crono marcaba 1h28m en línea de meta, con una media de 4m10s por kilómetro. Buena señal según todos mis colegas expertos maratonianos para bajar de las 3 horas y media en la maratón.

Sin embargo la semana anterior a la maratón la situación tomó un mal cariz. Quién me mandaba a mi ir a la piscina... El caso es que me puse malo con la garganta y estuve 6 días en el dique seco, sin correr para nada y sin ir al médico para que no me diera la baja, porque eso significaría que no podría correr en cuanto me encontrara mejor. Eso de estar de baja y estar entrenando está muy mal... y yo pa esas cosas soy un tío mu coherente. Eso si, también soy muy coherente para salir a entrenar si estoy trabajando, para que nadie me pueda decir que no lo haga, ni si quiera mi propia conciencia, aunque estén cayendo chuzos de punta y esté jecho misto. Si estoy bien para trabajar, estoy bien para hacer cualquier burrada deportiva. Eso es lo que hay.

Total, que el día de la cita se acercaba. Me dio tiempo sin embargo a hacer alguna que otra salida antes de la maratón. No sin dudar constantemente si al final sería bueno ir o no ir... esa era la cuestión.

Er Cozi y la Txarini se comprometieron a acompañarme en bici en toda la carrera. Con ese apoyo y ese compromiso yo no podía decirles ahora que no iba. Así que esa fue mi excusa para ir, a pesar de que todavía no estaba en las mejores condiciones. De hecho estaba en una de las peores condiciones.

Efectivamente, el mismo día de la carrera, saliendo de Huelva en el coche del Cozi, y justo antes de entrar en la autopista, empecé a vomitar. Menos mal que ya lo presentía y tenía preparada una bolsa de plástico para la ocasión. Yo no estaba bien para levantarme temprano, ¿como iba a estar bien para correr una maratón? Desayuné a duras penas dos cucharadas de cereales con leche y un sandwich, porque es que tampoco tenía ganas de nada más. Entre la duda de volver a casa y taparme con siete mantas o seguir camino del matadero, se impuso la alternativa más lógica, así que seguimos el viaje animado por mis dos compinches sobre ruedas. Qué fácil se ve todo sobre dos ruedas. ¡Ea... a probar!, a eso iba yo... a probar como morir en el intento.

Ser cabezota es una de mis virtudes, ¿o era un defecto?, en cualquier caso yo si iba era para bajar de las 3 horas y media. Como voy a ir a probar y retirarme así como así.

Ahí estaba yo en el estadio “olímpico” de Sevilla. Rodeado de cerca de 3000 personas en la línea de salida. Ya todo lo acontecido hasta ahora pintaba mal, muy mal... enfermo aún sin recuperarme, con un parón de seis días, sin desayunar, vomitando antes de correr, y por si todo esto fuera poco, un cuervo negro sobrevoló la multitud graznando tres veces y posándose sobre mi cabeza..... oooooh dioses del Olimpo, que queréis decirme con estos presagios tan funestos....¿acaso me mandáis una señal de los cielos para hacerme saber que seré el ganador de la maratón? ¿O acaso.....va a ser que no?

En la salida busqué al que iba a ser mi compañero durante buena parte de la carrera. El tío de la organización que con sus dos globitos amarillos amarraos a su camiseta anunciaba a todo el que lo quisiera seguir que a su ritmo llegaríamos a la meta justo antes de las 3 horas y media. Fui una auténtica lapa. Mis compinches sobre ruedas me seguían de cerca realizando un reportaje fotográfico completísimo y animándome continuamente, aunque sin recibir ninguna ayuda de ellos, claro está. El ritmo desde el inicio se situó en unos segundos menos de los 5 minutos por cada kilómetro. Para recuperar el tiempo perdido en la salida del estadio y para evitar algún contratiempo final.

El caso es que no sufrí en ningún momento. Y eso ya era raro tal como pintaban las cosas. Pero no, los hados estaban de mi parte hasta ahora. Pasó a mi grupo un par de romanos con su escudo, su casco y su espada. Dejamos atrás a un perrito pequinés que iba con su dorsal y todo, acompañando a su dueño en la carrera. Pasamos a otro tío que iba con un gorro de bufón y una bandera a modo de capa con los colores rojo y gualda. Oí de un nota que estaba haciendo la maratón andando patrá. En fin, en una maratón te puedes encontrar todo este tipo de personajes. Hasta el Risitas estaba en la calle animando a los corredores. Cuñaaaaaaaaao.


El paso por la media maratón fue prácticamente en el mismo tiempo que el año pasado, 1h 44m, solo 1 minuto más. Con la diferencia de que ahora no me había forzado los primeros kilómetros para caer después en picado, sino que ahora mi ritmo era el bueno, constante y uniforme. Tanto era así, que en el km. 35 me dije, ¿y por qué no aprieto un poquitín?. Efectivamente, el guía del grupo de 3h30m estaba dando muestras de debilidad, su respiración era ya un poco forzada, tanto que me quitaba parte del aire circundante. Hasta le tuvieron que aguantar los globos que llevaba colgados porque le molestaban. Así que alargué la zancada y como por arte de magia el cuerpo siguió a las piernas.


Los últimos 7 kilómetros fueron un constante adelantamiento de corredores. Uno tras otro los iba dejando atrás, hasta que llegué al estadio y en mi vuelta final, apreté incluso más para entrar en un tiempo de 3h y 28m que para mi era el objetivo de mi segunda maratón y que pensándolo bien, después de todo es una marca bastante aceptable.