jueves, 31 de julio de 2008

LUSITANIA 2008




1ª Etapa. Jueves 31 julio 2008. Lagos-Arrifana. 112 kms.

Llegamos a la estación de tren de Villarreal, donde comienza el “caminho do ferro”. Nada más bajar de los coches, la primera en la frente. El Vasco me dice que una biela de mi coche suena mal, que está estropeada.

- ¿Del mío? Po yo no he escuchao na raro.
- ¿Quién te ha vendido el coche?
- Un amigote mío de Valverde.
- Pues con amigos como esos…

Coño que tuve que arrancar el coche otra vez solo para comprobar como los bromistas de José Luis y Jesús se reían a mi costa.

- Vaya parejita. ¿Empezamos temprano eh? Ustedes dos sois unos cabrones por mu temprano que os levanteis.

Al poco tiempo llegó el tren y subimos las bicis. Los vagones eran un poco viejos, pero tenían un compartimento destinado al transporte de bicicletas. Aquí el que viaja en bici lo tiene fácil, igualito que en España, que ven una bici y ya están poniendo malas caras. Nos quedaban unas horas por delante, así que a Jesús, que no idea ná bueno, se le ocurrió la siguiente broma del día.

- Voy a llamar a Angel.
- ¿Que le vas a decir?

- Oye, Angel, que al final Carlos se ha puesto malo y no ha podido venir, así que hemos dejao el viaje pa mañana viernes. ¿Te apuntas?

Al otro lado de la línea Angel, que no se pudo venir el jueves por problemas laborales, vio el cielo abierto y enseguida confirmó que el viernes si podría ir a Portugal. Fue el momento en que todos nosotros a la orden de Jesús le gritamos:

- ¡¡ PRINGAOOOOO !!
- ¿Illo mamones, y pa esto me llamais?

Vaya dos compañeros de viaje que tengo, y eso que todavía no hemos dado una pedalada al aire. La que me espera.



Después de un trasbordo en Faro, que aprovechamos para desayunar, llegamos por fin a Lagos para empezar la ruta bicicletera propiamente dicha. Nuestro destino intermedio era el Cabo de San Vicente y aprovechamos todo lo que pudimos los acantilados para rodar por los caminos que lo bordean, tomando las primeras fotos de las tantas que a Jesús Polaroid se le ocurrieron.



La hora de la comida nos llegó en Sagres, de donde por cierto no es la famosa cerveza portuguesa que probamos en abundancia durante toda la expedición. Una vez alimentados con un buen plato de sardinas por cabeza, hicimos nuestra visita al cabo San Vicente para después cambiar el rumbo de la marcha e ir en dirección norte por todo el parque natural de la costa vicentina. El viento fresquito del noroeste nos acompañó durante todo el día haciendo que la temperatura fuera ideal para la práctica del ciclismo.

Tras un pequeño motín en Odexeice cuando abandonamos al Gurú en su visita a la playa y después de ahorrarnos José Luis y yo tres kilómetros de ida y otros tantos de vuelta, seguimos la carretera en dirección a Carrapateira. Después de un mes piragüero, cogiendo la bici una vez por semana para pasear, el hombre del mazo me hizo una inoportuna visita en una de las subidas y estos dos que son más duros que dos cuernos de vaca vieja me dieron sendos biberones en forma de barritas energéticas para revivirme un poco. Todavía no hicieron efecto los biberones, porque después de reanudar la marcha tras habernos alcanzado un viejecito que subía andando desde el pueblo, me volvió a pegar un bajón en una parada técnica. Yo solo me quería quedar allí y que me dejaran en paz.

Como pude llegué a Carrapateira donde eché un descansito en una parada de autobús mientras estos dos aparatos se tomaban un cafelito. Decidimos seguir hasta Arrifana para quedarnos allí a dormir. Parece que en lo más difícil, en la subida gorda hasta Arrifana me recuperé un poco y subí dignamente.

Tras buscar y rebuscar alojamiento sin mucho éxito, volvimos al albergue de juventud que había a la entrada del pueblo como última alternativa, donde, gracias a los dioses de los acantilados, pudimos pernoctar.

Que bien nos sentó la duchita y la cena en el restaurante del pueblo donde la “grácil” posadera teutona Frida atendía con amabilidad a todos los comensales. Aunque a algunos más que a otros, porque a José Luis le dejó a modo de pañuelo volandero un clic sujetapapeles que le sirvió para empaquetar los dineros comunitarios. Como la imaginación es libre y gratis, Jesús y yo, además de asignarle al Vasco su sinpar doncella aunque él no quisiera, también elegimos las nuestras, que por supuesto estaban piraditas por nosotros, vamos es que era descarao, igualito que lo de Frida. Acabada la cena dejamos los mundos de yupi y nos fuimos al camastro a descansar nuestras trabajadas piernas y nuestras mentes calenturientas.

2ª etapa. Viernes 1 agosto 2008. Arrifana-Odemira. 105 kms.



La noche anterior, con los agobios de buscar alojamiento para no quedarnos a dormir a la intemperie con una botella de whisky para entrar en calor como nos recomendó un lugareño, no tuvimos tiempo de visitar el pueblo y la playa de Arrifana.

Por la mañana, como nos levantamos temprano y aún quedaba 1 hora para el desayuno, decidimos caminar un poco para hacer la visita y deleitarnos con la vista del pueblecito del acantilado y del Atlántico en todo su esplendor mañanero.

La playa que el día antes estaba poblada de surfistas, hoy amanecía solitaria con dos tiendas de campaña y un velero anclado no muy lejos de la orilla. A un lado de la ensenada, entre acantilados, estaba el pequeño puerto pesquero donde los botes hacían maniobras para entrar por un estrecho paso entre rocas.

Después de la caminata llegamos al albergue a esperar el desayuno. Mientras tanto charlamos un poco con el gerente del albergue, que por cierto hablaba a la perfección el español. La conversación derivó poco a poco en temas políticos ibéricos, momento en el que confesamos la verdad, que en realidad nosotros formábamos parte de una comitiva especial para promocionar la unidad hispano-lusa en una sola nación.

- Pues nosotros creemos que a Portugal le iría mejor unida a España.
- Antes me corto un brazo.
- Pues ahora seríais campeones de Europa.
- Nada, nada, los portugueses tienen que hablar en español, pero los españoles nunca hablan en portugués…
- Pero eso es porque no sabemos…
- A mi el que me cae bien es el Rey Juan Carlos… que cuando viene de visita a Portugal siempre se reserva dos días en privado… tu sabes…
- ¿Y la república?
- Eso es lo de menos… no me importaría ser una monarquía.
- El que no me cae bien es el príncipe.
- Pues Saramago es partidario de la unión hispano lusa.
- ¿Saramago, aquí tenemos muy buenos escritores…como Fernando Pessoa u otros… pero Saramago? Ese es tonto.

A medida que avanzaba la conversación veíamos que no contaríamos con un voto favorable para nuestra causa. Lo dejamos por imposible y nos fuimos a por nuestro opíparo desayuno. Antes de irnos el gerente nos abrió el garaje donde teníamos guardadas las bicis y nos despedimos cordialmente de nuestro enemigo político.



El viento del día antes empezó siendo ideal, para convertirse en un castigo divino. A medida que avanzábamos el viento era más fuerte y siempre de cara o como mucho lateral. Desechamos la carretera principal para coger por caminos secundarios y carreteras comarcales. Así pasamos por un pueblecito precioso llamado Zambujeira do Mar donde conocimos a unas italianas que quisieron pegar la hebra pero que no pudimos seguirles el juego por no abandonar nuestra misión. Por fin llegamos a Vilanova de Mil Fontes donde paramos a comer y a darnos un chapuzón en la playa. Descasamos un poco, Jesús en una toalla prestada, y nos pusimos a dar pedales.





El resto del día tendríamos el viento a favor al dirigirnos al este y con la idea de bordear en paralelo el río Mira suponíamos una etapa llana y fácil, pero con lo que no contábamos fue con la subida inesperada que nos cogió por sorpresa. Fue en las proximidades de Sao Luis, ¿quién había puesto aquí estas sierras? Los dos master50 pusieron el plato chico y allá arriba que se fueron los dos, a cual más cansino, dejándome más tirao que una colilla. Solo me recuperé cuando el terreno se ponía favorable, pero eso porque me esperaban… ¡ Ay, estos dos me van a matar !. Después de esto vimos otro cartel de Zambujeira… ¿pero si ya estuvimos allí esta mañana?. Pero este Zambujeira no era del mar… sería de la huerta.

- Como era el pueblo ese Vasco, Zurrapa de Lomo o Escaramujo del Campo?
- Escaramujo del Campo creo.
- Es que con estos nombres.



Ya quedaba poco para Odemira y solo teníamos ganas de cachondeo. Llegamos a nuestra meta final del día poniendo fin al sufrimiento de viento y cuestas. Buscamos alojamiento, cenamos bien como de costumbre y nos fuimos a la cama.


3ª etapa. Odemira-Portimao. 101 kms.



La última etapa ciclista empezaba bien, bien malamente, subiendo desde Odemira hasta la cima de la sierra de Taliscas, bautizada así sobre la marcha por el pueblo que estaba en la cima. A medida que pasaban los días me encontraba mejor y, como aperitivo a Monchique, me cargué toda la subida a plato grande. No obstante la mosca cojonera del Vasco se me pegó atrás y no había manera de echarla ni con flip. Paramos a reagrupar en Taliscas y saludé a los lugareños, que si no me llegan a responder en portugués, hubiera jurado que me encontraba en cualquier aldea de México. Con ese nombre, esa tranquilidad y esa plantación de maíz junto a la carretera… sólo faltaba el paisano con el poncho y el sombrero mexicano echándose una siestecita en la sombra viendo venir la serpiente y pidiendo el antídoto.

Después de subir, toca bajar, hasta la estación de tren de Odemira… a más de 10 kilómetros de distancia del pueblo del mismo nombre, todo un paseito para llevar las maletas andando mientras admiras el paisaje. Continuamos en paralelo al “caminho do ferro” durante unos kilómetros comprobando que la carretera era más o menos llana como la vía del tren. En Santa Clara a Velha hicimos una parada turística y como no paramos de idear cosas malas, preguntamos si el río Mira era navegable desde aquí hasta Vilanova de Mil Fontes. Pero no había ni que preguntar, porque desde el puente de la carretera se veía el estrecho riachuelo lleno de cañas y vegetación donde no podrían navegar nuestras intrépidas piraguas en una futura expedición.







La carretera empezó a subir nuevamente hasta un avituallamiento que hicimos en una tienda en la aldea de Nave Redonda. Allí en lo profundo del Alentejo, nos sentamos tranquilamente en un bar a tomarnos un “Sumol” mientras devorábamos los plátanos, peras y un melón que nos compramos como combustible. A pesar de nuestras pintas de ciclistas, paró un coche y nos preguntó a nosotros en vez de a los lugareños que ocupaban una mesa junto a la nuestra, por un pueblo de la zona. Y nosotros que habíamos recorrido más kilómetros en Portugal que nuestros oriundos compañeros de mesa, le solucionamos la papeleta como si fuéramos de allí mismo.

Mientras nos avituallábamos empezamos a charlar con los dos personajes que nos acompañaban en el bar. Uno de ellos era mayor, y los dos bromistas de mis compañeros le preguntaron si tenían una nieta para mi, que se la cambiaban por una hermana; el otro personaje era más joven, le pedimos una foto, pero aquello fue demasiado para este hombre que no había pulsado un botón de una cámara digital en su vida.

- Dale al botón, solo aprieta el botón.

El hombre movía de un lado a otro la cámara que tenía pegada al ojo como un búho, intentando ver la escena a través del disparador imaginario que no tenía la cámara digital.

- No hace falta, mira la pantalla, la pantalla.
- Aprieta el botón.

Tras varios intentos el hombre no se atrevió a darle al botón, y nos quedamos sin la foto.

- No es posible, no es posible.

Ay dios mío, en que lugar del profundo Alentejo hemos parado, que este hombre no puede darle a un botón y sacar una foto con una cámara digital. ¿Y así iba a ir este hombre a España a buscar trabajo y a por una mujer?.





Mientras subíamos la Sierra de Monchique recordábamos el momento y le buscábamos trabajo al hombre.

- Si, un trabajo en España decía, pues Rodri está buscando un fotógrafo...

La subida a Mochique desde Nave Redonda era larga pero tendida. Tenía ganas de vengarme del Vasco y del Jesús, así que metí plato grande y me fui alejando poco a poco de ellos. Por fin, mi venganza se consumó, y llegué a Monchique en solitario, los esperé tirado en la hierba descansando. En verdad tampoco les metí mucho tiempo, creo que no llegó ni a cinco minutos, y eso que se pararon en una fuente. Estos dos master50 son mucha tela.

Empezamos a buscar sitio para comer un buen pollo al piri-piri que nos sentó de maravilla. Sobre la marcha decidimos seguir camino hasta Portimao, porque se nos pasó por la cabeza a José Luis y a mi quedarnos esa noche en Monchique. En realidad era temprano aún, y Jesús nos convenció para seguir pedaleando asegurándonos que desde Mochique a Portimao era casi todo bajada. Y así fue, pero con lo que no contábamos era con el calor asfixiante que nos rodeaba, incluso bajando. Como debía de estar pasándolo el ciclista que nos cruzamos en dirección contraria. Se suponía que esta parte de la sierra más cercana al mar iba a ser más fresca, pero todo lo contrario, el aire te quemaba.

- Bueno venga, nos dejamos caer, si tenemos que darle a los pedales nos paramos, ¿vale?

Era la condición que le pusimos al Gurú, y en verdad solo nos paramos una vez para tomar un Sumol, el resto era todo pabajo a excepción de algunas pedaladas para no perder velocidad más que nada.

Entramos por fin a Portimao por la autopista y después de buscar un rato encontramos un hotel. Nos dio tiempo a tomar un refresco en la playa e ir a la estación a preguntar el horario del tren. Desde la parada de taxi después de esperar sin éxito, nos fuimos a la parada de autobús, pero como tampoco venía, nos fuimos a la plaza donde tienen el control de salidas. Esperamos un rato pero aquello fue un lío, no sabemos exactamente que pasó, pero los conductores se bajaron y se reunieron durante unos minutos, ¡¡ parecía una huelga !!. Al parecer los autobuses iban a cambiar sus conductores y sus destinos y aún no sabía ni el inspector de los autobuses a qué hora saldría ni cual sería nuestro autobús. Por lo visto los autobuses tenían que cambiar de color y el nuestro era el morado. Y allí nos quedámos sin saber muy bien que hacer, entre el mosqueo que teníamos mirando a los autobuses como si fueran camaleones, a ver si cambiaban de color.

De vuelta, tras una ducha, salimos a cenar y a pasear un rato por la movida nocturna de Praia da Rocha, donde tuvimos mucho que ver.







Al día siguiente nos montamos en nuestras bicis por última vez, solo para ir a la estación. Desayunamos antes de coger el tren y hicimos nuestro viaje de vuelta a Vilareal vía Faro. En Faro tuvimos que hacer el transbordo de rigor durante dos horas, momento que aprovechamos Jesús y yo para acercarnos al Jumbo, un centro comercial al estilo del Aqualón, pero más grande. A la vuelta nos hicimos amiguetes del “segurança”, que hablaba perfecto el español, ya que como nos contó había pasado mucho tiempo en España trabajando. Hablamos de todo un poco sobre Portugal y España y pronto vimos como este hombre si iba a votar a favor de una unión ibérica… así que aprovechamos la ocasión para reconducir nuestra misión. En un último suspiro antes de subir al tren hacia Vilareal conseguimos un adepto a nuestra causa.

- En el 94 trabajaba en Zamora y ganaba 150.000 pesetas. Ahora en el 2008, en Portugal gano lo mismo. Cuando volvía de vacaciones de Portugal entraba en España y había… otro aire.

Si, definitivamente este hombre es de los nuestros. Podría ser el socio número 4 del PPI, Partido Pro Ibérico. Como ya tenemos presidente, secretario y tesorero, este hombre podría llevar todo el tema de seguridad. ¡¡ Como crece nuestro partido !!.
¡¡ Iberia unida… pero no con Vueling !!

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