sábado, 13 de septiembre de 2008

Raid de Mérida 13 y14-sep-08

Después de correrse la voz en los círculos bikers de que yo quería ir al Raid de Mérida… pronto me llovieron las ofertas de gente ofreciéndose para acompañarme a la competición. Bueno más que lluvia fueron dos gotas… la primera gota fue Fran de Valverde, que avisado por Fabio, me comentó que estaba dispuesto a ir… y hubiera venido de no ser porque ese fin de semana le coincidía con un viajecito familiar. Pero la gota que colmó el vaso, en el buen sentido de la palabra, fue Juan de San Juan con el que cerré el trato. Ya sólo faltaba decidir en que modalidad nos presentábamos y quien se venía con nosotros de asistencia… pero yo ya tenía un plan.

Efectivamente, hice la inscripción de los tres miembros del equipo A… de Agonía… el Calandraka en plan coronel John "Hannibal" Smith, Juan, incorporado a los agonías para la ocasión y para lo que haga falta en el futuro, y Alexandra, gran fichaje femenino reciente, a los mandos del volante del coche de asistencia… y es que yo siempre busco lo mejor para el equipo… porque “me encanta que los planes salgan bien”.



Llegamos a Mérida casi de noche, menos mal que llevaba bocadillos para los tres, porque sino, en el albergue donde nos alojamos esa noche en las afueras de la ciudad, hubiéramos pasado más hambre que un caracol en un espejo. Nos tocó una habitación sin puertas, pero como llegamos antes que los demás… cambiamos la reserva de habitación cambiando el cartelito donde ponía Agonía Bike a otra habitación más acogedora. Una vez instalados, nos fuimos a la reunión donde nos darían una charla y toda la documentación de la prueba.



Había 3 categorías: aficionados, aventura y élite. Como sólo Juan y yo íbamos a competir propiamente dicho, sólo nos quedaban las opciones de aficionados y aventura… así que escogí lo que hubiera hecho cualquier agonía que se precie: la aventura. Después de la charla y de resolver las dudas de los equipos nos fuimos a la habitación y desplegamos los mapas para debatir entre los tres la estrategia a seguir a groso modo… sobre todo como conseguir comida y donde devorarla… ya que una de las dudas que me resolvieron en la reunión, era que no había avituallamientos durante la carrera… por lo que la asistencia cobraba cada vez más importancia.

La mañana de la competición nos levantamos y fuimos a desayunar a un bar cercano en un polígono industrial… después nos fuimos a la ciudad, dejamos el coche en los aparcamientos reservados para los equipos y bajamos las bicis para dejarlas en los boxes. Para empezar el raid tendríamos el “score cultural urbano”, una prueba a patas por las calles de la ciudad buscando inscripciones en latín en los monumentos, miradas de estatuas y otros datos que debíamos recopilar antes de salir pitando con las bicis.



En el tiempo que estuvimos correteando por la ciudad, Alexandra había incorporado al manillar de mi bici una especie de artefacto para poder consultar el mapa en marcha… lo que nos hizo ahorrar mucho tiempo… la asistencia empezaba a notarse por el bien del equipo… aunque después se notaría mucho más salvándonos de morir de inanición y de sed.

Estrenábamos por fin las bicis mapa en mano buscando puntos de control a lo largo del Guadiana: uno de ellos junto a unos campos de deporte que no vimos, otro junto a una estación de tren que sí vimos… así hasta cruzar el río en un punto determinado y llegar por fin hasta nuestra asistencia que esperaba en el Canal del Lobón. Hasta allí con el agua de los bidones de las bicis y alguna barrita energética de Juan nos aguantó el cuerpo, pero al dejar las bicis en el coche con Alexandra y empezar a correr de nuevo, solo pude llevar encima un cinturón con cuatro minibotellitas de agua para los dos, y aún nos quedaba por delante lo peor. Nos pusimos las zapatillas de correr, nos despedimos de Alexandra hasta el próximo punto de encuentro con la esperanza de que pudiera hacer la compra del mes y poder encontrar comida y bebida en abundancia para comer unas 2 horas después…

En realidad los 6 kilómetros siguientes eran patinando, pero como íbamos cortitos de habilidad patinadora, decidimos saltarnos esta prueba y por lo menos no penalizar… eso sí el recorrido lo tuvimos que hacer corriendo, mientras nos adelantaban los equipos en patines. Llegamos a la Ermita de San Isidro, donde los patinadores dejaban de patinar y empezaban a correr… y donde nosotros dejamos de correr para seguir corriendo… pero ahora en vez de asfalto, otros 9 kilómetros por campo a través… y sin agua.

Cogimos el mapa, nos saltamos una valla y nos internamos en el campo para empezar a subir una colina… por allí perdido debía haber un puto punto de control pero lo que vimos fue un rebaño de cabras y el cabrero. Nos dirigimos hacía él por si podía ayudarnos, cuando le escuchamos decir:

- ¡¡ Mira, ahí vienen dos cabras !!
(yo no sabía si se refería a mi y a mi compañero, pero miramos para atrás y para nuestro alivio venían dos cabras).
- Buenos días. Estamos buscando un punto de control…
- ¡¡ Y tengo más… por ahí andan !!.
- Estooo, ha visto por aquí usted algo raro… una especie de señal…
(aparte de 2 tíos dando brincos por el campo en calzones con un peto amarrao con un nudo a la cintura… pensé pa mi)
- Por lo menos 200 cabras tengo en el monte –insistía el cabrero a lo suyo.

Viendo que esta conversación no tenía ningún sentido… seguimos trotando monte arriba en la dirección que marcaba el mapa y según las curvas de nivel. En lo alto de la colina, junto a un depósito de agua había un punto de control que picamos. Y seguimos hacia el siguiente. Bajamos hacía una carretera comarcal paralela al pueblo que se veía abajo para después subir otra vez al monte… por donde en paralelo a nosotros, pero a mayor altura, vi pasar dos equipos élites… de tres en tres… Les salí al encuentro subiendo la montaña directamente mientras Juan subía bordeando por un camino:

- Somos de categoría aventura –le dije para que no pensaran que competíamos con ellos.
- ¿Habéis visto algún control por aquí?
- No.
- Gracias.

Los vi dirigirse hacia un roquedo en lo alto donde supuse que había un control… Juan corría un poco más abajo por el sendero. Le dije que siguiera por el sendero que ya me encargaría yo de picar la tarjeta, no hacía falta que subiera conmigo… apreté un poco para alcanzar a Juan pero seguí subiendo rápido porque temía perder de vista a los 2 equipos élites que nos precedían… llegamos al punto más alto de la montaña donde estaban las antenas… desde aquí se veía una inmensa llanura y a la lejanía un collado donde si no nos engañaba el mapa había que atravesar. Juan pasaba por unos momentos delicados pero por fin llegamos al área recreativa donde estaban las asistencias y donde Alexandra nos tenía preparado la madre de todos los picnics.

- ¿Y Juan?
- Ahí viene, no está muy bien.
- No le obligues a seguir si se encuentra mal…
- Que él decida cuando venga.



Alexandra le vio mala cara a Juan. Cuando terminamos de comer y Juan se hartó de beber se atrevió a seguir como un machote. Nos montamos en la bici pero nos dejamos el mapa de la sección anterior en el coche sin darnos cuenta de que lo necesitábamos para enlazar con el mapa siguiente. Ya estábamos perdidos nada más empezar, así que no tuvimos más opción que dejarnos guiar por otros equipos. El problema era que Juan se encontraba peor aún que antes después del atracón de beber que se había dado… se quedaba atrás con la bici y yo tenía que hacer de enlace entre el grupo guía y Juan para no perdernos. Y eso hicimos hasta encontrar el primer punto de control… ya podíamos orientarnos… o eso pensábamos nosotros, porque antes sin mapa y ahora con el no teníamos pantalones de orientarnos… de hecho nos juntamos unos 5 equipos allí sin saber por donde seguir hasta que nos fuimos cada equipo por su camino. Vi en el mapa una carretera y decidimos entre nosotros y un equipo de Mérida que lo mejor sería salir de aquél bosque y terminar la sección sin picar más controles.



Circulamos por la carretera hasta el pueblo de Alenge, dominado por su castillo en lo alto del Cerro de la Culebra, junto al embalse. Allí en el embarcadero estaba nuestra asistencia enfrascada en la ardua tarea de tomar el sol y en la dura práctica de la lectura, esperándonos, eso sí, con unos deliciosos bocadillos y bebida isotónica. Nos fuimos a la orilla del pantano y tuvimos que esperar una piragua de un equipo que volvía. Nuestra sección piraguera fue una de las mejores. Juan se transformó en el agua y paleó como un jabato, incluso cuando yo dejaba de palear de vez en cuando por problemas de tirones en las piernas a causa de la postura de remo. ¡¡ Cómo surcaba las aguas nuestra embarcación camino del puente donde nos esperaba el rapel !!. Llegamos a la orilla, subimos la pendiente, nos pusimos los arneses, los cascos, y empezamos a rapelar puente abajo… pero a unos 4 o 5 metros de la superficie del agua ya no había más cuerda ¡¡ aaaaahhh, sorpresa !!!, tuvimos que saltar y nadar hasta la orilla para montarnos de nuevo en la piragua. Adelantamos a dos embarcaciones, picamos el control de la orilla opuesta a la salida y casi cogemos a otra embarcación antes de llegar al punto de partida.



Otra vez tocaba montarse en bici, esta vez para terminar de una vez por todas la primera etapa en Mérida. Picamos algunos puntos de control: el del puente que solo se veía si mirabas atrás; el que nos topamos en la misma vía verde que nos conducía a Mérida; aunque otros no lo vimos ni metiéndonos en el mismísimo río. Llegamos por fin hasta la mismísima plaza de España pero tuvimos que volver al puente Lusitania para hacer la tirolina. Solo tenía que hacerla un miembro del equipo, la hizo Juan primero pero al Calandraka se le antojó tirarse también, así que aún a riesgo de perder el podium… convencí a la chavala de la organización para que me dejara probar. Juan terminó con la pierna perjudicada por las zarzas que había antes de tomar tierra al otro lado de la tirolina, menos mal que yo iba prevenido. Ahora si, terminamos por fin la etapa y nos fuimos al Paseo de Roma a descansar en el césped donde nos quedamos medio dormidos mientras pensábamos que aún nos quedaba lo peor… la etapa nocturna del raid.





El inicio de la segunda etapa empezaba con una score nocturno a pie buscando controles en diversos puntos de la ciudad, aunque el mejor de todos fue el que estaba dentro del mismísimo anfiteatro romano, que abrieron especialmente para nosotros, entre piedras milenarias y luces entre penumbras que configuraban un ambiente espectacular. Terminado el score nocturno a pie empezaba el score en bici con internamiento en el campo incluido. Nos metimos en el campo de noche. Perdidos y sin saber donde seguir por nosotros mismos, nos dimos la vuelta para seguir recopilando puntos de control en la ciudad… a la vuelta nos encontramos con equipos en dirección contraria:

- ¿Por ahí está la carretera?
- No se.
- Hola, ¿la carretera?
- ¡¡ Vamos !!
- ¿Venis de la carretera?
- ¡¡ Aupa !!

Preguntamos a tres equipos y ninguno nos decía si venían de la carretera… eso sí, ánimos los que hiciera falta. Decidimos poner rumbo hacia las luces de la ciudad que se veían a lo lejos, cuando sin querer nos topamos con el punto de control 26… mucho premio para tanta incompetencia. Llegamos a la ciudad y ahí lo bordamos… se ve que somos raiders de ciudad, que se nos dan mejor los planos callejeros que los mapas de campo. Terminamos la sección, aunque la siguiente sección también era en bicicleta. Ya Alexandra no estaba en Mérida, sino buscando en su raid particular el observatorio de aves donde debíamos vernos en 1 hora.

Antes de salir de la ciudad nos paramos con toda la parsimonia del mundo en un kiosko-bar de la plaza de España para comernos un perrito caliente.

- ¿Cuánto tienes?
- 3 euros.
- Justo.

- Oiga, dos perritos.
- ¿Pero no os ireis no? – nos preguntó el camarero, al que ya se le habían ido dos participantes que le habían hecho idéntico pedido unos minutos antes.
- No hombre, nosotros estamos compitiendo pero no tenemos ninguna prisa.

Una vez que nos comimos los perritos con toda la tranquilidad nos fuimos rumbo a “quien sabe ande” porque fue salir de la ciudad y perdernos como casi siempre. Después de preguntar a gente en la ciudad sin decirnos con seguridad el camino a seguir según el mapa, seguimos las indicaciones de un señor que nos condujo al principio de un camino que se internaba en el campo. La dirección era la correcta al menos, pero de noche las indicaciones y los cruces de caminos son difíciles de seguir y nos despistamos en algún punto. Muy lejos se veía un pueblo grande… pero llegar allí por campo sin poder seguir el mapa era una temeridad, así que salimos a una carretera que adivinamos a lo lejos y la seguimos… con la suerte de que el pueblo que veíamos a lo lejos no era el que teníamos que alcanzar, sino otro pueblecito que había mucho antes y que no se veía desde el campo. En Mirandilla repostamos en un bar y siguiendo las indicaciones de un grupo de chavales seguimos de nuevo por una carretera comarcal hasta llegar al paso de la Sierra Bermeja. Allí estábamos solos en una encrucijada de caminos donde debía haber un punto de control que nosotros no veíamos por ninguna parte. Decidimos seguir uno de los caminos, pero tuvimos que volver al punto inicial porque cada vez nos internábamos más en un cortijo donde se escuchaban unos ladridos de perros a lo lejos nada tranquilizadores. Una vez en la encrucijada de nuevo, vimos venir unas luces a lo lejos. Eran dos equipos que cuando llegaron a nuestra posición sacaron los mapas, la brújula, la regla para medir las distancias… picaron en el maldito punto de control nº 32 que estaba delante de nuestras narices e indicando el camino a seguir, así que nos unimos a la expedición. Le agradecimos la ayuda dejándolos tirados cuando pincharon. Ya solos, picamos otro punto de control, que nos alivio bastante porque confirmó que seguíamos el camino correcto y poco después llegamos al observatorio de aves donde nos esperaba Alexandra con el coche. Con ella estaba otro miembro de otro equipo aventura, que se cambiaba con los otros dos para descansar uno de los tres en cada sección, eso si que es ir con ventaja, porque nosotros hubiéramos necesitado algún que otro cambio. Después de picar el control de la organización y penalizarnos por no llevar encima la manta térmica, decidimos que hasta el albergue iríamos en coche y no corriendo… ya estábamos hasta los mismísimos de pasar frío y andar perdido por el campo.

A las 4 de la madrugada llegamos al albergue… nos duchamos con agua fría y nos fuimos a la cama. Debíamos pasar 3 horitas obligatorias de descanso, confiando que el servicio del albergue nos despertara puntualmente con el desayuno en la cama… en esos diálogos de besugos nos enzarzamos Alexandra y yo, mientras Juan desde otra litera nos mandaba a callar:

- ¡¡ Os callais o nos montamos en la bici !!.

Ante tal amenaza no hubo más remedio que planchar la oreja. Qué prueba tan dura fue la del albergue. Había que hacer un tiempo mínimo de 3 horas de sueño… pues nosotros echamos 5… si es que no servimos ni para dormir.

- Hay que ver la hora que es… si son las nueve. Y no nos han despertado ni nada. Desde luego esto es para quejarse. ¿Cómo está el servicio?

Que a gustito se estaba en la cama. El sol ya entraba por las ventanas y no quedaba prácticamente ningún participante sobando.

- Mira Alexandra, Juan ya se ha puesto las zapatillas y el dorsal.
- Que va… si se quedó dormido así.




Decidimos entre los tres que ya estaba bien de penalidades y que a Mérida iríamos en coche, que le den al resto de las secciones. Iríamos a desayunar con tranquilidad y si teníamos ganas haríamos la última de las etapas… el Randobike.


La prueba del randobike consistía en que un miembro del equipo corría a pie mientras el otro salía en bici para dejársela al corredor en un lugar predeterminado, en ese punto el que corría se montaba en bici y el de la bici empezaba a correr para cambiar de nuevo más adelante. Nos colocamos en la parte media alta del pelotón, pero en un punto determinado la gente siguió adelante mientras Juan desde atrás corriendo se dio cuenta de un punto de control que el resto se pasó. Me fui directo hasta él y dejé la bici. Empecé a correr sin esperar a Juan, ya me cogería después en el último cambio. De pronto nos encontramos en tercer lugar sin previo aviso. Adelanté a un corredor en el viejo puente romano. Juan me seguía dándome ánimos. Me adelantó para dejarme la bici más adelante mientras él siguió corriendo. Ya no habría más cambios hasta la meta.

- ¡¡ Vamos Juan, que vamos de los primeros !!.

Efectivamente, llegué a meta con la bici, pero como teníamos que entrar juntos me frené en seco en la última curva viendo como Juan se aproximaba con otros corredores que le pisaban los talones. Alexandra, que estaba en línea de meta para hacernos una foto no se lo esperaba… ni nosotros tampoco, pero si llegaba Juan en el puesto en el que iba, seríamos el segundo equipo en la línea de meta. Juan aguantó el tirón y entramos con las manos cogidas y gritando de alegría. Que manera de finalizar el raid, lo necesitábamos después de tantas penalidades.





Sin embargo todo no fue tan bonito, porque no sé que problema hubo en uno de los puntos de control que la organización decidió no dar trofeos ni subir al podium a los equipos que terminaros en las primeras posiciones. Así que nos quedamos sin trofeo y sin podium, pero con la satisfacción de haber terminado el raid con una alegría.







Por la tarde nos invitaron a una comida en el albergue y nos ofrecieron una visita gratuita a los monumentos de la ciudad que no desaprovechamos antes de irnos de regreso a Huelva con la satisfacción de haber aprovechado al máximo esta visita deportivo cultural a Mérida.