sábado, 26 de mayo de 2007

La sierra, la nieve y el límite (26may07)


Llegamos a Pradollano el día antes de la carrera. A medida que nos acercábamos a la estación de esquí las nubes y la nieve que cubrían las cimas de las cordilleras circundantes nos iba envolviendo. La temperatura ambiente llegaba a los 6 grados y las noticias de las tormentas y los 30 centímetros de nieve se hacían realidad. Cuando llegamos al hotel nos unimos a la pitanza que celebraban los Máquinas y demás agregados. Después de la cena y el coloquio nos fuimos todos a dormir y soñar con el yeti.

La mañana siguiente se presentó fría, pero al menos las nubes habían desaparecido dejando un día claro. Todo el personal se había traído el guardarropa completo de su casa, porque la verdad, era un dilema la ropa que íbamos a utilizar. Finalmente opté por el truco de la cebolla. Me puse un maillot largo, una camiseta de interior de tirantas y un Huelva Información para echar el rato. Tres capas deshojables cual cebolla en función de la evolución de la temperatura ambiente y corporal.

Ya en la salida por las calles de Pradollano, a más de 2000 metros de altitud llevaba la respiración forzada y los dedos de las manos y los pies casi congelados. Nos metimos en el bosque rodando a veces sobre la nieve que se conservaba en las zonas de umbría. Los dos tornos del sendero que la organización no había retirado provocaron sendos embotellamientos y algunos mosqueos porque algún corredor se saltaba la cola para pasar el primero. Otros optaron por saltar la valla que delimitaba el sendero y sortear la cola y el torno campo través. El estilo PatillaRota Lucas y el estilo Humberto Saltalavalla podríamos llamarlo. Por fin salimos a la carretera nacional y comenzamos a bajar por la carretera antigua de Pradollano. Al abandonar la carretera y empezar la pista me quite la primera capa de la cebolla, pero empezando por el interior. Dejé el periódico que llevaba en el pecho a un fotógrafo de la organización que amablemente se hizo cargo de él para no dejarlo tirado en el camino. Empecé a pensar en ese momento que quizás el maillot largo y la camiseta de interior sería demasiado conforme avanzara el día. Seguimos bajando sin parar hasta Monachil, cruzamos la zona de huertos y subimos una colina para después bajar por los toboganes hasta cruzar el Río Genil. Bajando los toboganes pasé a un máquina al que tuve que preguntar quien era porque en esa bajada no podía mirar atrás.

– Calandraka!
– ¿Quien eres? ... ¿quién eres?
– Nando.
– Vamooooooooo.

En el siguiente avituallamiento de la gasolinera, antes de entrar en Cenes de la Vega, aproveché para seguir deshojándome la cebolla. Dejé la bicicleta en el suelo y empecé el strip-tease. Me quité el casco, el buff, el maillot largo, los tirantes del culotte... una persona de la organización me miraba con cara de preocupación.

- ¿Te pasa algo?.
- Nada, nada, que ya hace mucho calor, ¿me puede llenar el bote por favor?

El hombre creía que allí mismo me despelotaba mientras me empezaba a quitar la camiseta de interior y quedarme con mi torso desnudo al viento. Con prisas y a lo loco me guardaba la camiseta y me ponía de nuevo el maillot largo sin darme cuenta de que los tirantes del culotte no me los había colocado. Cojí algunos víveres y salí pintando. Nando me había vuelto a pasar mientras tanto y ya no lo ví más. Ahora quedaba por delante la subida trialera, y el sendero por el barranco para alcanzar los Llanos de la Perdiz. Un poco antes de culminar la subida vi al trío alcoleano (Juan Carlos, Israel y Claudio) que me pisaban los talones. Fue más adelante en las subidas pestosas antes de llegar al embalse de Quentar cuando me pasó el trío al completo, aunque se veía claro que Juan Carlos iba uno o dos puntitos por encima del resto. Aún quedaba lo peor y yo me resistía a meter desarrollos más largos en los repechos pensando en la última subida. Por lo visto Israel y Claudio no pensaban lo mismo. Más adelante volvería a encontrarme con ellos. En la bajada al embalse de Quentar pasé como una exhalación a la fémina Peralta que un poco antes me había adelantado. Cuando volvimos a vernos me dijo que en la bajada le había dado un buen susto.

- ¿Que te has asustado? ¿Te pasé bien en la bajada no?...
- No, no, si no era por eso, es que creía que eras una niña.
- Ah mu bien... si es por eso no hay problema, ya decía yo.

Por esos lares yo ya iba rodando con RKTSalva y seguiríamos juntos hasta las primeras rampas de la última subida desde Güejar Sierra donde empezó a poner tierra de por medio. La subida era monstruosa y yo lo sabía, así que metí cuando era necesario el platillo chico y a veces me levantaba para descansar un poco con un desarrollo algo mas largo sin abusar. La cremallera del mailllot subía y bajaba según la calor. Pronto llegaría la carretera aunque eso no quería decir que se acabara el sufrimiento. Antes de terminar la tierra alcancé a Claudio que iba andando. Ya en la carretera en el último avituallamiento casi ni me paré llenando el bote a medias. Allí dejé a Israel que se tomó su tiempo con más tranquilidad. Quedaban 10 kilómetros para la meta y una dura ascensión por delante. Plato mediano y piñones grandes. Atrás escuché una voz...

- ¿Vas quinta?
- Mmm, ¿cómo?
- Uy, perdón... es que con esos culottes tan cortos como les gusta llevar a las niñas... pensé que...
- Ya, ya... --- (era la segunda vez que me confundían con una tía) --- si hijo si, es que la equipación de mi equipo es un poco gay. Qué le vamos a hacer.

En esa ascensión final me pasó Humberto que había roto la cadena. Por cierto, me preguntó que qué hacía por allí. Me lo tomé en el buen sentido de la expresión como no podía ser de otra manera viniendo de Hbo. A menos de cuatro kilómetros de la meta se comienza a bajar. Llevaba por delante a un nota con el que mantuve un duelo particular durante buena parte de la carrera. En mi interior lo fui dando por perdido, pero apareció por detrás mía un corredor de Dr.Bike al que me enganché al pasarme, chupando rueda miserablemente hasta alcanzar a mi rival. En el último suspiro, ya el repecho final antes de los aparcamientos, me marqué un sprint de plato grande en el que dejé clavados a mis dos compañeros. Entré en meta feliz y contento para la foto final. Seis horas y veintiséis minutos. Buen tiempo en el crono para mi, y mal tiempo el que se iba poniendo para el resto de los ciclistas que aún no habían llegado. Ninguna pájara, ningún calambre, todo perfecto para ser una carrera de “sierra”, “nieve” y “límite”.

sábado, 12 de mayo de 2007

Duatlón de Ronda 2007


Lo que en principio sería una romería huelvana a Ronda se quedó en peregrinación individual. Entre que Cristóbal está con la rodilla joía, la cita de Berrocal del mismo fin de semana y que la gente no se espabiló a la hora de las inscripciones, todos los Máquinas y Alcoleanos que en principio iban a la cita rondeña se quedaron sin ir, así que un único Agonía iba a representar a la mountanbikería corredora de Huelva.

La RktTxarini, aunque intentó conseguir un dorsal no pudo hacerse con él, pero a pesar de eso mantuvo su compromiso y me acompañó gentilmente haciendo de reportera gráfica, moviéndose rauda y veloz en su Corsita y en su nueva Trek Fuel.

En la entrega de dorsales la noche antes vimos a gente de Huelva que iban a hacer también el duatlón, Sergio, Maite y otro chaval con el que coincidí en la Marcha Travesía de la Sierra de Huelva de 2006. Con mi dorsal y pasaporte nos fuimos a la pensión de Algodonales, a unos 35 kms. de Ronda.

La habitación que nos tocó (una doble con dos camas no seáis mal pensados) era la número 101. Buen presagio para participar en los 101 kms. de Ronda, que en mi modalidad de duatlón se repartían en 79 kilómetros iniciales de MTB, 16 de carrera a pie, y la guinda de la subida a Ronda por la cuesta del cachondeo a pedales desde la zona de transición, cerca del cuartel de la legión.

Fiel a mi estilo, hice una salida rápida para quitarme tráfico al inicio de la carrera. Noté que las piernas no las tengo yo para muchos cambios de ritmos ni subidas a plato, aunque por el contrario como después pude comprobar, nuestra ruta Agonía de la TransAndalus la semana pasada me ha dejado un motor diesel en buenas condiciones.

En ciclismo después de una larga bajada siempre espera una larga subida. Aún así, a medida que pasaba el tiempo deseaba ver el cartelito de ¡ PELIGRO, BAJADA !. No me atrevía a meter mucha tranca pa’rriba, pensando en la carrera a pie, así que de vez en cuando abusaba del plato chico para guardar fuerzas.

En un tramo de la carrera me encontré al borde del camino con la sorprendida reportera que por lo visto no me esperaba tan pronto porque la cojí en bragas... osea, sin la cámara de fotos prepará para captar la imagen. Aunque solo tenía por delante mía duatletas contados con los dedos de las dos manos, no era cuestión de parar para que me hiciera una fotito.

Llegué a los boxes, me cambié los zapatos y me dispuse a correr mis primeros kilómetros cuesta abajo a buen ritmo. De la parte ciclista no me acuerdo muy bien de los puntos kilométricos ni donde estaban los pueblos ni las cuestas, pero cuando empecé a correr, la vida pasó muuucho más lenta, con tiempo de sobra para ver y sufrir muuucho más. Pronto llegó el muro de la ermita. Este año se bajó por el empedrado y se subió por la parte de tierra y la verdad que andando no se echaba mucho en falta la bici porque subía a igual ritmo que la gente que empujaba su bici andando a duras penas.

Los avituallamientos estaban mucho más distantes para los duatletas y pronto eché en falta el aguita milagrosa. De vez en cuando pedía un poco de agua por caridad a los ciclistas. Fue un error no llevar encima un bote para llenarlo en los pocos y distantes avituallamientos que había en este tramo para los corredores, así que cuando a la salida de Benaoján vi un bote de bicicleta abandonado en medio del camino me arrojé a él como si fuera mi vida en ello. El bote estaba sucio y con agua hirviendo en su interior, lo lavé un poco y me eché el agua en la cabeza y en las piernas. Una vez vacío me lo guardé en el maillot para utilizarlo más tarde. Paré más de una vez a implorar agua a la gente que veía la carrera. El calor era de justicia, parecía que el verano esperó para empezar ese mismo día 12 de mayo.

Entre tramos andando, trotando y corriendo iba pasando el tiempo. ¡ Ole la gente de Huelva ¡, escuché atrás mía sacándome de mi ensimismamiento. Era un compañero biker de Lepe que se acercó y se alejó rodando... ¡ Que hubiera dado yo por ir sobre esas dos ruedas ¡. A menos de 3 kilómetros estaba ya la zona de transición. Llegué andando pero al ver la cámara de la reportera me puse a correr para entrar en plan machote. Me cambie los zapatos y salí pitando con mi platito chico. La primera rampa era dura, pero lo que me esperaba era mucho peor. La cuesta del cachondeo engaña mucho porque si lo que precisamente no da es risa. Ese empredrao tiene mandanga pero lo subí enterito a plato chico y adelantando a muchos ciclistas y a varios duatletas, menos a uno que no tuve pantalones. Casi al final del empedrado vi el maillot de Lepe, el mismo que me había animado mientras corría. Lo animé como correspondía y un poco más adelante dejé atrás por fin el maldito empedrado y llegué al maldito asfalto. La maldita meta estaba cerca y ya solo quedaba meter plato grande y que no me alcanzara nadie más.

Así terminé la carrera y tan pronto como rebasé la línea de meta me senté en el suelo apoyando la cabeza en un seto que pinchaba la espalda y el cuello como la cama de un faquir, pero que para mi era el mejor de los colchones pikolín.

El puesto en categoría veteranos de más de 35 años fue el nº 13 (8º si hubiera corrido en élite) y 21 en la general contando al único militar de la carrera que entró delante mía, que también es una criaturita del señor. Tiempo total 6h18m, aproximadamente tres horitas y media para la bici, dos horitas y media para la carrera a pie y el resto ... de cachondeo.