sábado, 12 de mayo de 2007

Duatlón de Ronda 2007


Lo que en principio sería una romería huelvana a Ronda se quedó en peregrinación individual. Entre que Cristóbal está con la rodilla joía, la cita de Berrocal del mismo fin de semana y que la gente no se espabiló a la hora de las inscripciones, todos los Máquinas y Alcoleanos que en principio iban a la cita rondeña se quedaron sin ir, así que un único Agonía iba a representar a la mountanbikería corredora de Huelva.

La RktTxarini, aunque intentó conseguir un dorsal no pudo hacerse con él, pero a pesar de eso mantuvo su compromiso y me acompañó gentilmente haciendo de reportera gráfica, moviéndose rauda y veloz en su Corsita y en su nueva Trek Fuel.

En la entrega de dorsales la noche antes vimos a gente de Huelva que iban a hacer también el duatlón, Sergio, Maite y otro chaval con el que coincidí en la Marcha Travesía de la Sierra de Huelva de 2006. Con mi dorsal y pasaporte nos fuimos a la pensión de Algodonales, a unos 35 kms. de Ronda.

La habitación que nos tocó (una doble con dos camas no seáis mal pensados) era la número 101. Buen presagio para participar en los 101 kms. de Ronda, que en mi modalidad de duatlón se repartían en 79 kilómetros iniciales de MTB, 16 de carrera a pie, y la guinda de la subida a Ronda por la cuesta del cachondeo a pedales desde la zona de transición, cerca del cuartel de la legión.

Fiel a mi estilo, hice una salida rápida para quitarme tráfico al inicio de la carrera. Noté que las piernas no las tengo yo para muchos cambios de ritmos ni subidas a plato, aunque por el contrario como después pude comprobar, nuestra ruta Agonía de la TransAndalus la semana pasada me ha dejado un motor diesel en buenas condiciones.

En ciclismo después de una larga bajada siempre espera una larga subida. Aún así, a medida que pasaba el tiempo deseaba ver el cartelito de ¡ PELIGRO, BAJADA !. No me atrevía a meter mucha tranca pa’rriba, pensando en la carrera a pie, así que de vez en cuando abusaba del plato chico para guardar fuerzas.

En un tramo de la carrera me encontré al borde del camino con la sorprendida reportera que por lo visto no me esperaba tan pronto porque la cojí en bragas... osea, sin la cámara de fotos prepará para captar la imagen. Aunque solo tenía por delante mía duatletas contados con los dedos de las dos manos, no era cuestión de parar para que me hiciera una fotito.

Llegué a los boxes, me cambié los zapatos y me dispuse a correr mis primeros kilómetros cuesta abajo a buen ritmo. De la parte ciclista no me acuerdo muy bien de los puntos kilométricos ni donde estaban los pueblos ni las cuestas, pero cuando empecé a correr, la vida pasó muuucho más lenta, con tiempo de sobra para ver y sufrir muuucho más. Pronto llegó el muro de la ermita. Este año se bajó por el empedrado y se subió por la parte de tierra y la verdad que andando no se echaba mucho en falta la bici porque subía a igual ritmo que la gente que empujaba su bici andando a duras penas.

Los avituallamientos estaban mucho más distantes para los duatletas y pronto eché en falta el aguita milagrosa. De vez en cuando pedía un poco de agua por caridad a los ciclistas. Fue un error no llevar encima un bote para llenarlo en los pocos y distantes avituallamientos que había en este tramo para los corredores, así que cuando a la salida de Benaoján vi un bote de bicicleta abandonado en medio del camino me arrojé a él como si fuera mi vida en ello. El bote estaba sucio y con agua hirviendo en su interior, lo lavé un poco y me eché el agua en la cabeza y en las piernas. Una vez vacío me lo guardé en el maillot para utilizarlo más tarde. Paré más de una vez a implorar agua a la gente que veía la carrera. El calor era de justicia, parecía que el verano esperó para empezar ese mismo día 12 de mayo.

Entre tramos andando, trotando y corriendo iba pasando el tiempo. ¡ Ole la gente de Huelva ¡, escuché atrás mía sacándome de mi ensimismamiento. Era un compañero biker de Lepe que se acercó y se alejó rodando... ¡ Que hubiera dado yo por ir sobre esas dos ruedas ¡. A menos de 3 kilómetros estaba ya la zona de transición. Llegué andando pero al ver la cámara de la reportera me puse a correr para entrar en plan machote. Me cambie los zapatos y salí pitando con mi platito chico. La primera rampa era dura, pero lo que me esperaba era mucho peor. La cuesta del cachondeo engaña mucho porque si lo que precisamente no da es risa. Ese empredrao tiene mandanga pero lo subí enterito a plato chico y adelantando a muchos ciclistas y a varios duatletas, menos a uno que no tuve pantalones. Casi al final del empedrado vi el maillot de Lepe, el mismo que me había animado mientras corría. Lo animé como correspondía y un poco más adelante dejé atrás por fin el maldito empedrado y llegué al maldito asfalto. La maldita meta estaba cerca y ya solo quedaba meter plato grande y que no me alcanzara nadie más.

Así terminé la carrera y tan pronto como rebasé la línea de meta me senté en el suelo apoyando la cabeza en un seto que pinchaba la espalda y el cuello como la cama de un faquir, pero que para mi era el mejor de los colchones pikolín.

El puesto en categoría veteranos de más de 35 años fue el nº 13 (8º si hubiera corrido en élite) y 21 en la general contando al único militar de la carrera que entró delante mía, que también es una criaturita del señor. Tiempo total 6h18m, aproximadamente tres horitas y media para la bici, dos horitas y media para la carrera a pie y el resto ... de cachondeo.

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