sábado, 6 de octubre de 2007

TITAN (6 oct 2007) By Calandraka




Los triatletas vamos entrando en los boxes y empezamos a colocar nuestras bicis y demás bártulos. Hablo con mi vecino de box y le comento que es la primera vez que hago un triatlón tan largo, me contesta que es la primera vez que él hace un triatlón. Tu ganas, pero al menos sabes nadar mejor que yo… y cualquiera. Me unto vaselina y me coloco el neopreno largo que me dejó Antonio León, con un buff adicional en el cuello para evitar las rozaduras.

La gente empieza a bajar al pantano. Cozi me dice que le doy envidia, aunque si me lo pide le doy mi dorsal y 90 euros. Me meto en el agua y está casi calentita, la caliento un poco más con fluidos corporales. Cozi se mete también en piragua para acompañarme, aunque para que le dejasen tuviera que infiltrarse en la organización, no obstante es la única piragua en el agua. Los nadadores nos dirigimos a la primera boya para la salida. En principio Cozi me sigue, pero sólo hasta la segunda boya, porque después de esta boya ya no lo vería más. En vez de acompañarme, la organización le asignó nuevas misiones que tuvo que acatar. Como por ejemplo quedarse en una boya para comprobar el paso de los competidores, o ir a buscar a nadadores que como delfines mulares desorientados se dirigían a encallar a alguna orilla del pantano.

Aunque en los primeros minutos me costó respirar regularmente, la presencia de la piragua amiga me tranquilizó bastante hasta que cogí el ritmo. El resto de la natación, aún sin la presencia de Cozi, la hice de un tirón y sin ningún tipo de agobio natatorio, el miedo psicológico se había esfumado. Del triángulo formado por las tres boyas, me entretenía por cada lado del triángulo con la vista de la presa, la vista del pueblo de Zahara de la Sierra y el puerto de las Palomas, y la vista al fondo de toda la longitud del pantano. Así el tiempo pasó volando y casi sin darme cuenta me encontré saliendo del agua. Algo mareado subí la larga rampa de 200 metros aproximadamente mientras me quitaba la parte superior del neopreno. Feliz y contento con haber superado mi parte más temida, clavé mis pronósticos del cronómetro (incluido los 200 metros corriendo) en 50 minutos.




Comienza el despelote en los boxes. Noventa kilómetros de bicicleta merecían una prenda más cómoda que un mono de triatleta, así que me coloqué discretamente en una posición lo menos exhibicionista posible, me quite el bañador y me puse el maillot y culotte agonías. Aún así no faltaron paparazzis que captaron alguna que otra imagen comprometida. Ya desde los mismos boxes se empieza a subir, 14 kms. desde el pantano hasta la cima del puerto de las Palomas. Adelanto a varios ciclistas pero sólo uno me adelanta, aunque no es mucho mérito por mi parte porque no creo que hubiera mucha gente en el agua que saliera detrás mía. ¿Cómo puede haber gente que nade menos que yo?. El desarrollo 39x23 me obliga a ponerme de pie y forzar los brazos, algo cansados tras 2 kilómetros de natación.

Por fin llego a la cima con 1h56m de competición y cojo un protector del frío para el pecho. Bajo a Grazalema y adelanto a algún que otro ciclista mientras salto los badenes por las calles del pueblo. Otra subidita al puerto de los Alamillos, una tachuela en comparación con las Palomas y el Boyar. El terreno se vuelve algo ondulado y fácil para rodar hasta Villaluenga del Rosario. Aprovecho para comer algo. Voy con otros dos ciclistas. Le pregunto a uno de ellos si está permitido chupar rueda y la respuesta es negativa, así que vamos juntos pero no revueltos. Desde Villaluenga del Rosario se baja hasta Ubrique, salvo un repecho al pasar por Benaocán. Terreno sube y baja hasta El Bosque y comienza el puerto maldito. Me pasa al principio del puerto Juan Capó, que acabaría campeón en categoría veterano. Desde que hizo el año pasado el medio ironman de Lisboa le ha cogido la medida a este tipo de pruebas.

Adelanto a 2 ciclistas con el maillot de Schweppes, pero no termino de alejarme de ellos, al contrario, a la mitad del puerto me alcanzan, me preguntan que piñón llevo. El 23 es demasiado desarrollo para estas alturas de la carrera. Cómo se me atraganta este puerto, ya en el test que hice en agosto lo pasé mal aquí. Me pareció como si se me fuera a nublar la vista pero aguanto el tirón, me distraigo con las vistas del Salto del Cabrero que tengo a mi diestra. Los Schweppes se mantienen en la distancia con su piñón 28. Veo el final del puerto a lo lejos. Otro Schweppes me adelanta sumándose a sus otros dos compañeros que van por delante. “El NO no existe, vamos”, me animan un grupito de mujeres desde el borde de la carretera justo antes de culminar el puerto. Bajo hasta el cruce de Grazalema pero esta vez en vez de bajar al pueblo subo de nuevo al puerto de las Palomas por la otra cara, lo que se ha dado en llamar las Palomitas. Son 3 kms. y pico que no conocía, y me lo esperaba como un infierno después del sufrimiento del Boyar, pero contra todo pronóstico lo subo sin problemas, me recupero e incluso contacto con los 3 Schweppes en la cima, marcando 4h57m mi cronómetro. Allí está Charo en toa la pingoleta de las Palomitas, donde ha subido con su Giant doble para tomar algunas fotillos.




En la larga bajada dejo atrás a los 3 Schweppes. y vuelo al pantano a dejar la bici para iniciar el último segmento. Me bajo de la bici y al cambiarme los zapatos me da un tirón en los cuadriceps que me derriba al suelo gritando de dolor. La reportera Txarini, que había comenzado a bajar el puerto de las Palomas tras de mí, ya está allí cámara en mano captando mi agonía. El infiltrado Cozi que hace funciones de organización en los boxes me ayuda estirándome la pierna, poco a poco se me alivia, pero me avisa que la organización no puede intervenir. Un juez se me acerca y me pregunta:

- ¿Vas a continuar?
- Claro. (En los extertores de la muerte que me encontraba lo más lógico para él era abandonar).
- Si es así tengo que amonestarte con tarjeta amarilla.
- ¿Por qué?
- Porque no puede ayudarte nadie de la organización.
- Ah vale.

Y parsimoniosamente, casi pidiéndome disculpas, me enseñó la tarjeta amarilla, en plan árbitro de fútbol inglés.




Empiezo con cuidado a correr temiendo que el tirón me deje otra vez tirado en el suelo. Primero vamos en dirección a Algodonales. Cuesta abajo y cuesta arriba sin ningún llano para relajar las piernas. Conforme me acerco a Algodonales me cruzo con gente que ya vuelve, Juan Carlos primero, que haría un tiempazo y después con Cesáreo que venía andando algo tocado. En una cuesta me pongo a andar por primera vez, pero el cartel de 1 km. a Algodonales me anima y empiezo a trotar de nuevo. Entrando en el pueblo un policía local en moto me indica el camino, doy la vuelta a la plaza y unas niñas me echan agua. Todo el agua que iba recolectando de los avituallamientos me la bebía o me la echaba por encima.

Ya de vuelta veo a lo lejos Zahara de la Sierra, pero antes tengo que subir la cuesta hacia la presa. La subo andando a paso rápido, ya que avanzo casi igual que trotando. Al llegar a la presa llevo exactamente 7 horas y hago mis cálculos. A ojo calculo unos 3 o 4 kilómetros, tengo entre 10 y 7 minutos y medio por cada kilómetro para bajar de las 7 horas y media en el crono final, todo esto si llevo razón en la distancia.




La reportera y el infiltrado me acompañan, una en bici y otro corriendo. Me dicen que hay 7 kilómetros hasta la meta. Si es así no voy a poder bajar de las 7 horas y media, porque el tramo final es muy duro y seguro que haré tramos andando. Me desanimo un poco, pero según me acerco al pueblo voy escuchando los altavoces de los organizadores, cada vez estoy más cerca. Ya queda poco, unos 300 metros según la gente que responde a nuestras preguntas. Cozi y Txarini siguen ahí acompañándome y animando en todo momento. Parece que mi cálculo de la distancia era mucho más aproximado que los 7 kilómetros que me decían. Puedo conseguirlo. Casi me hicieron falta crampones y piolet, pero al fin escalo sin ni siquiera usar arnés de seguridad hasta la plaza del Ayuntamiento donde estaba instalada la meta. 7 horas y 24 minutos es el tiempo final. Prueba superada. Soy Calandraka, pero podéis llamarme TITÁN.

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