sábado, 10 de noviembre de 2007

Marcha Resistencia Sierra Huelva (10nov07)




Una nueva expedición agonía avanza de nuevo. Los comentarios positivos del año anterior sobre esta travesía ha arrastrado a nuevos componentes del grupo, que ahora se animan a acompañar a los que repetimos del año pasado.

Algunos hacen la marcha como organizadores (Mario, Angel, Claudio y Juan Antonio) y otros lo hacemos como participantes normales, corrientes y molientes (Calandraka, Coleta y Paquito), más el invitado especial Juan Arreciado.

Dejamos la madriguera preparada para volver a acostarnos, estirilla, saco de dormir… y nos fuimos a cenar, dejando la reunión de organizadores en plena sesión. A la vuelta ya había gente durmiendo y gente intentando dormir. El toque de diana sería a las 4 y media de la mañana.

La salida la hice sin desayunar, como solo pienso en la comida cuando tengo hambre, no me traje nada de combustible para los primeros kilómetros de marcha. Atravesamos todo el pueblo de sur a norte, buscando el inicio del camino hasta los Marines. Juan Antonio corría arriba y abajo tomándose muy en serio las tareas de organización. Les brindé mi ayuda en esos primeros kilómetros ante la falta de efectivos en la des-organización inicial. No hizo falta al final, pero ahí estaba el tío.

Al llegar a los Marines había un coche cargado de plátanos y bebida en la plaza del pueblo. Aunque no estaba previsto para este punto un avituallamiento sólido, los primeros que llegamos cogimos furtivamente unos plátanos. La transición entre la noche y el día nos cogió en Fuenteheridos, justo para apreciar con detalle un sendero hecho por la naturaleza para la bicicleta de montaña. Yo me imaginaba montado en mi nueva Giant Anthem doble haciendo la cabra. Paco aguantaba con mis palos y en principio se los dejo hasta llegar a Jabugo, y después hasta Los Romeros, y luego hasta Aguafría, el Cerro San Cristóbal… en fin, que el nota me hace el rodaje completo de mis palos nuevos que estrenaba ese día.

Durante el día ya vemos a la gente y vamos haciendo amigos… y lo que es más importante… amigas. Después de Aguafría le hago un relevo a Claus en sus funciones de organización para que no se esparríe el ganao, mientras tanto él planta un arbolito. Seguimos el camino hasta subir al Cerro San Cristóbal por otro sendero bicicletero en potencia. Durante la subida conocemos a otra fémina a la que, entre todos, le contamos las excelencias de los Agonías... a saber: “Los Agonías semos esto… y semos aquello… y semos unos fieras… y tenemos unos aparatos… de bicis… y… y …”. No le dijimos que además éramos muy guapos porque nos estaba viendo y se iba a dar cuenta que si no… El ataque en masa cual bando de grajos alrededor de la milana bonita da resultado y la chavala promete entrar en nuestra página web para hacernos una visita.

Bajamos al pueblo de Almonaster a comer. Paco sigue después de la comida, el Coleta también resiste. Hasta Cortegana no sufrimos las primeras y únicas bajas agonías. Paco se retira después de aguantar como un machote y recupero mis palos. Juan Antonio también se retira por un problemón de la ampolla… que no le permite andar… como tendría la ampolla el nota. Los demás seguimos todos.

Los dos últimos tramos, de Cortegana al último avituallamiento, y de aquí hasta Aroche los decido hacer con el grupo de cabeza. A la salida de Cortegana dejo atrás al Coleta y Juan Arreciado, paso a Angel y Claudio que se quedan en un cruce en plan organizador total… me río de ellos en su propia cara y me alejo escuchando la retahíla de insultos y amenazas que me profieren. Después adelanto a Mario, otro “organizador” que se mantiene en una prudente posición, ni muy adelante ni muy atrás, lejos de las órdenes del jefe. El primer tramo lo termino sin separarme del grupo desde que les di alcance. El segundo tramo lo hago andando un puntito por debajo del pelotón de cabeza y trotando para coger otra vez al grupo, así una y otra vez. Otro chaval de Bormujos, maratoniano como yo y que ha participado en maratones de MTB en un tándem con su novia, hacía la misma táctica que yo, ya que era muy difícil andar al mismo ritmo que el pelotón de cabeza.



Había una tía, master 50 por lo menos, que iba en cabeza junto a Jaime, el miembro de la organización que abría camino… como decía Angel, era una galga afgana, aunque como me contó el chaval de Bormujos, no dejaba que nadie se le pusiera a su lado en primera fila. La muy galga metía el codo cuando se colaba algún extraño, como él, delante del pelotón.

Por fin llegamos a Aroche en plan triunfal. Firmamos en el libro y nos fuimos en desbandada buscando las duchas.

- Ahí mismo están las duchas, bajando la calle y a la derecha (nos desinformaba una miembra de la organización).

Después de deambular sin sentido por el pueblo tuve que preguntar a alguien para saber como carajo se llegaba al polideportivo, que por lo visto estaba en las afueras del pueblo. La noche se echó encima, el pueblo lo veía cada vez más lejos y yo no sabía si iba bien encaminado o no mientras me cagaba en to lo cagable carretera abajo.

Al llegar a una nave junto al polideportivo donde se guardaban las bolsas personales de cada participante, me recibe una chavala de la organización a la que le cae toda la tormenta. Por mi boca sale de todo menos bonito. La chavala aguanta el chaparrón con un saber estar que yo no tuve en ese momento. Juan Antonio está con ella y me pregunta qué me pasa.

- Me cago en … ¿Dónde carajo están las duchas? Llevo andando más de 60 kilómetros desde Aracena y ahora tenemos que andar otro kilómetro y pico para ducharnos. Sin saber donde coño está el polideportivo… perdíos por la carretera… ¿en la siguiente calle a la derecha están las duchas?... y una mieeeerda.

Después de la ducha volví a la nave y lo primero que hice fue disculparme con la persona que me aguantó con aquel temple. Ella encima no me culpó de mi reacción y admitió que pudo haber algún fallo en la organización, por encima de todo valoró que me disculpara. Más tarde en la entrega de premios nos vimos de nuevo y terminamos dándonos unos cuantos abrazos... se llamaba Tere y le dí uno de los regalos que me tocó en el sorteo. Eso es lo que yo llamo un final feliz.

Tras el picoteo que nos pusieron y la entrega de premios nos montamos en la camioneta que nos llevaría a Aracena. Todos estábamos cansados. Alguno con más frío que un perro chico se recuperaba de una bajona. Era para vernos al bajar de la caminoneta, como para ir a la Cibeles de pase de modelos. Algunos se quedaban en Aracena a dormir y otros nos volvíamos a Huelva… donde nos esperaba el descanso merecido.

No hay comentarios: